viernes, 12 de julio de 2013

No lo soporto!


De vez en cuando a una le da por volverse de una misantropía inaudita. Hay días en que resulta que la gente en general (y empezando por una misma) resulta realmente insoportable. Todo cuanto hagan o dejen de hacer, nos fastidia por igual. Tratas de distanciarte y relativizar, pero es en vano… siempre hay un sujeto insufrible que te hará perder los nervios. Esos días casi sería mejor meterse en una cueva y dejar pasar esta irritabilidad, pero seguramente discutiríamos hasta con las piedras. Así que mejor resignarse y soportar estoicamente a una sociedad que se nos atraganta muchas veces. En un tiempo indeterminado se nos pasará este sarpullido de intransigencia y lo veremos todo de otra manera.
 


Luego hay factores, pequeños detalles en su mayoría, que nos hacen llegar a un estado muy próximo a la Tricotilomanía. Son señales muy sutiles, manías quizá, que nos van llenando de una animadversión progresiva. 
 
A mí, las cosas que más me sacan de quicio y que me podrían convertirme en una enajenada mental son:
 
-          Que me toquen con las manos mojadas.  Sencillamente no puedo, me reconcome. Me da un asco que me quiero morir. Si cualquier persona que ha estado lavándose las manos y apenas se las ha secado,  viene y me toca el cuello, la cara, los hombros o lo que sea, me entran ganas de abofetearl@ como respuesta. Además, aunque las manos las traiga mojadas de agua, no puedo evitar pensar que es orina, no sé por qué. 
 

 
-          Que me den pellizcos mientras me hablan y yo estoy atendiendo otra cosa. Tengo un compañero de trabajo en especial que me lo hace constantemente. Se acerca a mi mesa, yo estoy cara al ordenador muy concentrada y se pone a contarme cualquier nimiedad. Como no le hago demasiado caso, en un intento de llamar la atención, crea un contacto físico consistente en pellizcar la parte inferior de mi brazo, muy próxima a la axila. De verdad, cuando esto ocurre, tengo que respirar profundamente  para sofocar las ganas que me entran de girarme y darle una patada en los huevos.
 
-          Idem a lo anterior pero sin pellizcos. Si estoy concentrada en algo y viene alguien a consultarme/contarme cualquier cosa, me dan ganas de pegarle un bufido que le cambie hasta el peinado. Vamos a ver… si ves que una persona está muy metida con algo, cuya atención en ese momento se nota que está íntegramente enfocada a ese particular, ¿no ves que es una falta de educación ponerte a hablarle (normalmente de gilipolleces) e interrumpir su dedicación? Esto mismo se aplica a la gente que te da conversación cuando estás leyendo un libro, viendo una película, escuchando música o similares. Muerte a tod@s.
 
-          Caminar con los zapatos mojados. En caso de que llueva repentinamente (si no ya me cuido yo de que no se me mojen) y me pille el aguacero sin resguardo alguno, el hecho de que se me mojen los zapatos es comparable a que me asfixien con una bolsa de plástico. Me ahogan. Si es invierno es casi peor: si se calan los calcetines se me mete satán en el cuerpo. Me es algo casi intolerable.
 
-          Que me toquen el pelo, especialmente el flequillo (zona prohibida). Más de una vez, en alguna situación melosa con un chico que me gusta, este detalle ha despertado en mí un sentimiento de rechazo absoluto. Él, mirándome con cariño, me ha acariciado la mejilla (con la mano seca) y luego me HA APARTADO EL FLEQUILLO. ¿Hola? ¿Esto por qué? Las cosas quietecitas en su sitio, no es plan de dejarme como un gallo con la cresta plantada. Esto también me ocurre si me revuelven el pelo o me lo acarician chafándomelo de tal manera que ni el alisado japonés. En definitiva, el pelo ni tocarlo.
 
-          Gente que entra al metro como bisontes en manada a por un sitio libre. ¿Qué lleváis sin sentaros, dos años?  Esa tendencia brutal a colocarse estratégicamente en el andén, ojo avizor para que nadie se les adelante, y entrar en marabunta como si un asiento libre fuera el último Dorado, no la entiendo. Y me cabrea soberanamente.
 

 
-          Gente que se cuela sin miramientos. Me dan ganas de partirles la cara. Algun@s ni siquiera se molestan en hacerlo disimuladamente. Es más, parecen creerse en derecho de hacerlo por ser personas mayores en su mayoría. Luego se ponen impertinentes si les recriminas su acto, que ya es el acabose. Un día arderé por combustión espontánea debido a esto.
 

 
Lo dicho: en días así mejor recluirse hasta que todo amaine.
 
Hasta más ver.

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