Algunas personas tenemos el “alma” inquieta. Demasiado. Y
eso nos hace pensar excesivamente las cosas, darle vueltas a todo y pegarnos unas
rayadas que no son de este mundo.
Yo últimamente vivo en una dicotomía constante en cuanto a las relaciones amorosas se
refiere. Para algun@s es muy sencillo: encuentras a la persona adecuada, lo
gozas con el/ella y en algunos casos hasta se procrea. Lo normal viene siendo
esto, una especie de “tendencia” que se da una y otra vez desde el comienzo de
la humanidad (con mayores o menores
variaciones). El ser humano es el único animal que establece parejas más o
menos fijas. Pocos especímenes del reino animal hacen lo mismo. Lo normal en la
naturaleza es transitar de unas parejas a otras con el único fin de engendrar.
Supongo que la conciencia del ser humano nos lleva a una
existencia mucho más compleja y establece relaciones con mucha más profundidad
que nuestros hermanos primates, por
ejemplo. Y much@s somos incapaces de entender la sexualidad como un mero trámite
de fecundación (¡aunque de todo hay!). De
modo que me pregunto cuál es la esencia del ser humano ante el amor, qué hay en
su yo más intrínseco, cuál es su auténtica verdad.
Nos definimos como seres individuales que buscan acompañarse
parcial o totalmente; esto es así. Necesitamos de los demás y vivimos en una
continua búsqueda de compañías que nos aporten algo (también las hay que no aportan nada y misteriosamente las seguimos
soportando, pero esa es otra historia). La predisposición más general es
encontrar al compinche ideal y procurarte una vida alegre bien acompañadit@. La
idea de pasar sol@ el resto de nuestra vida se nos torna algo casi
insoportable. Pero, ¿es esa la esencia del amor? ¿Evitar la soledad?
Acabamos volviendo a ese otr@ parte imprescindible de
nuestra existencia y nos regimos por unos códigos afectivos determinados. Es
como si el destino más importante de todo ser humano fuera llegar a este punto
de encuentro. Y quién no lo consigue es, cuanto menos, raro. El mundo muchas
veces parece estar confeccionado para
dos. Nuestro linaje nos los viene recordando desde tiempos inmemoriales: tenemos
que encontrar esa pareja como sea.
¿Y qué hay de mí? ¿Qué quiero en realidad? Yo, desde hace
tiempo, vengo pensando que no sé de quién son mis propios deseos. No sé si son
míos, fundamentales y taxativos, o si son los deseos de los demás. Y cuando
digo los demás, digo la humanidad entera a través del tiempo. ¿Me gustaría tener una pareja porque es lo
que realmente quiero yo o porque casi
todo el mundo tiene una pareja…?
Por un lado, debo reconocer que la sensación de sentirte
acompañada por alguien que te eleva, te mima, te entiende y te pone mirando a Cuenca con
asiduidad, es muy gratificante. Y una larga y rica vida en común tiene que
ser interesante de experimentar: compartir los buenos momentos, los malos, ver
crecer a tus hijos, superar los problemas, etc. Yo he sentido esto (aunque a menor escala) y la vida se
vuelve algo más llevadera, más cómoda. Te hace sentirte segura y protegida,
precisamente, porque te están cogiendo de la mano y caminan contigo. Si todo va
bien con esa persona, la sensación de soledad se desvanece.
Pero por otro lado, estas etapas de soledad, también son
increíblemente enriquecedoras. Vas sola, suelta, sin nadie que te sujete. Te
vas dando muchas hostias, eso sí, y no hay unos brazos esperándote al llegar a
casa. Pero maldita sea, hay algo guay en todo esto y es la manera de vivir
desde tu propia perspectiva. Aunque a veces parezca que se lucha a contracorriente
o que eres el bicho raro de tu entorno, al final tienes la sensación de vivir
para ti y desde ti, y eso aporta un bienestar increíble.
Mi contradicción viene dada por mis experiencias personales,
y mi duda acerca de si el amor es una serie de conceptos heredados o no, aún no
se ha resuelto. Con mis parejas (aún en
los momentos álgidos y bellos de la relación) siempre he tenido cierto
regusto a equivocación. Algo muy sutil… pero me he despertado muchas veces al
lado de la persona amada preguntándome si esa era la vida que yo quería. Y de
algún modo anhelaba la libertad total y absoluta de hacer cuanto me viniera en
gana sin necesitar a nadie. Pero cuando he estado en esas épocas de soledad tan
felices y gratificantes, he tenido dudas de sí soportaría quedarme así
eternamente mientras a mi alrededor la gente se empareja, forma familias y
mueren acompañados. Y no he podido evitar sentirme una alienígena en un campo
de amapolas.
Supongo que a la larga es todo más sencillo y hay gente que
es auténticamente feliz (sin pararse a
pensar de dónde provienen realmente sus sentimientos) con su compañer@ de
viaje. Y hay gente que me dice que tengo estas dudas existenciales porque aún
no ha llegado la persona adecuada a mi vida (a
mí esto me suena a milagro bíblico). Pero dudo mucho que una persona ajena
a mí, disipe toda duda y me haga fluir en una corriente de certezas absoluta.
Creo en el amor, pero a mi manera, que es super generosa,
porque me gusta amar a mucha gente a la vez. Limitarme a una sola no me aportó
demasiado en su día. Pero nunca se sabe si vendrá ese príncipe del que hablan,
perderé la chaveta y dejaré de preguntarme tantas insensateces. El amor idiotiza,
creo. Y diciendo cosas como estas, no me extraña que nadie quiera quedarse
conmigo.
Curiosidades animales:
1. La mayor
anarquía sexual se encuentra entre los chimpancés. La hembra en celo copula con
toda una fila de machos que esperan pacientes su turno, sorprendentemente, sin
pelearse. La chimpancé se asegura quedar embarazada y provoca confusión en la
paternidad de las crías; así, si un macho cree que una cría es suya quizá se
abstenga de matarla (¡qué lista!)
2. La hembra
de la garrapata puede aumentar 100 veces su peso después de aparearse (a muchas mujeres les pasa lo
mismo después del matrimonio…)
3. El orgasmo de un cerdo dura 30 minutos (menuda gozada)
4. Los rinocerontes emplean hora y media en aparearse (menudo coñazo)
5. La pulga tiene uno de los penes más largos de la naturaleza. Cuando está enamorada es hasta dos veces el largo de su cuerpo (por favor, quiero reencarnarme en una hembra de pulga)
6. El pene del pulpo macho se desprende después del acto sexual ( a los amantes egoístas les debería pasar lo mismo)
7. La Mantis
hembra empieza las relaciones sexuales cortándole la cabeza a su pareja (eso son preliminares y lo demás tonterías)
7. La almeja dura comienza su vida como macho. Tras un año, la mitad se vuelve hembra, y el cambio es irreversible (Dios mío, entre almeja dura y el cambio de sexo, estos encantadores bichos se lo deben de pasar pirata)
9. El caballito de mar macho es el que se embaraza (son adorables los mires por donde los mires)
10. Los leones pueden copular hasta 50 veces al día (creo que prefiero reencarnarme en leona!)