Aanïs Nin fue una mujer cuanto menos diferente. Mantuvo una
ajetreada vida amorosa. Las relaciones que estableció eran de lo más atípico para la época. Incluso a día
de hoy, siguen resultando algo escandalosas. Lo escribió todo en sus famosos
diarios, (Diarios de Anaïs Nin, volúmenes
del 1 al 7 ) en los que se desnuda sin miramientos, se deja en carne viva y
muestra las particularidades de su esencia.
Nació en Francia pero vivió en París, Nueva Yok y Los
Ángeles. Una mujer de mundo, vaya. Su padre era un compositor y pianista cubano
y su madre una famosa cantante, cubana también. Ella empezó a escribir muy
pronto sus diarios; con once años ya estaba registrando todo cuanto pasaba en
su vida, que ya por aquel entonces debía ser la mar de interesante. Siguió con
esta costumbre durante décadas, lo convirtió en literatura y se expuso a los
ojos del lector sin reparos contando todo tipo de intimidades y reflexiones.
Anaïs empezó a escribir a los once años como consecuencia de un hecho que la
marcaría de por vida: el abandono de su padre.
Esta señorita supo relacionarse bien y gozó de compañías
interesantísimas como Antonin Artaud, Otto Rank, Edmund Wilson, Gore Vidal… y
el más significativo: Henry Miller, que se convirtió en su ardiente y disperso
amante.
Trabajó como modelo y como bailaora de flamenco y a los 19
añitos se casa con un banquero que le aburre soberanamente. Entonces decide
hacerse escritora de verdad para darle algo de emoción a su grisácea vida matrimonial. Y lo consigue.
En 1931 conoce a Herny Miller y ambos quedan fascinados. Se
admiran literaria y carnalmente (esto nos
podía pasar a todas alguna vez en la vida) y claro, sucumben a la pasión en
todos los sentidos. La correspondencia que se establece entre ellos nos muestra
a dos seres llenos de complicidad e intimismo. Mantienen sus amoríos durante varios
años.
June, la mujer de Henry, no sólo conoce la existencia de Anaïs, si no que
se muestra encantada con ello y la acaba iniciando en el vouyerismo y el
safismo. Además, según parece, se lo pasan muy bien juntas. Atención a lo que
Anaïn escribe de ella:
(…)
Cuando June caminó hacia mí desde la oscuridad del jardín hacia la zona
iluminada por la puerta abierta, vi por vez primera la mujer más bella de la
tierra. Un rostro sorprendentemente blanco, unos ardientes ojos negros, un
rostro con tanta vida que sentí como si fuera a consumirse ante mis ojos. Hace
años traté de imaginar la auténtica belleza; creé en mi mente la imagen de una
mujer así. Sólo la pasada noche la vi. (…) Es una mujer extraña, fantástica,
nerviosa como alguien en estado febril. Su belleza me inundó. Cuando estaba
sentada ante ella pensé que haría todo lo que me pidiera. (….)
(June da para otra entrada,
porque fue una mujer de agárrate y no te
menees: cabaretera y bisexual, no digo más).
Se establece pues una especie de triángulo amoroso entre el
matrimonio y Anaïs (¡qué suerte tuvo
Henry!), quién tampoco abandona a su cónyuge: prácticamente lo tiene ahí
como quién tiene un mueble decorativo.
Anaïs era un alma sedienta de vida y de sexo. Se dio a la
pasión con ahínco, explorando su propio cuerpo-templo hasta conocer
perfectamente la anatomía del placer. Hablaba sin tapujos de ello. La
sexualidad era algo casi sagrado. Pero también mostró un vehemente interés por el
psicoanálisis, práctica con la que estuvo trabajando durante una época. Por ese entonces es cuando se reencuentra con
su padre, Joaquín Nin, el músico que se fue a por tabaco… Y no se les ocurre
otra cosa que involucrarse una relación incestuosa, aunque esto fue negado por
su propio hermano (según una declaración
de la escritora Zoe Valdés).
Anaïs fue la primera mujer que publicó relatos eróticos,
Delta Venus, con una gran influencia del Kamasutra. Y es que se ve que era toda una experta en las
artes amatorias.
También pasó dificultades económicas y aquí sobreviene un
capítulo muy interesante de su vida: desesperados por conseguir dinero, ella
junto a Henry, se ponen a escribir narrativa pornográfica para un
“coleccionista anónimo”, a un dólar por página (¡qué afortunado desconocido! ¡Practicar el onanismo con la literatura
de tan ilustres personajes!)
En 1995 se casa por segunda vez con Rupert Pole, sin haberse
divorciado de su primer marido. Y así, lleva una doble vida con uno y con otro.
Éste último toleraba sin problemas los
affairs de su esposa. Incluso sabía que estaba con Pole y lo consentía sin
problemas (¡maravilloso libertinaje!).
Acaba su vida con Pole, enferma de cáncer, pero siempre
mantuvo relación con sus otros amantes (se
lo montó muy bien a mi parecer).
Aunque pueda parecer un personaje excéntrico y oscuro (sobre
todo por la supuesta relación incestuosa), hay que reconocerle el inmenso
mérito de introducirse como primera mujer en el mundo de la literatura erótica.
Anaïs hizo lo que le vino en gana cuando le vino en gana, sin prejuicios ni
arrepentimientos. Se supo acompañar muy bien, disfruto de su cuerpo sin
miramientos y amó con entrega.
A mí me parece
fascinante y me embeleso con esa vida tan llena de todo. Era dueña de su
destino, de su cuerpo y de su corazón. En una época en la que la mujer era poco
más que un cero a la izquierda, esta señora hizo en todo momento lo que el
cuerpo le pedía y brilló con luz propia como ninguna.
" ...el misterio entero del placer en el cuerpo de una mujer yace en la intensidad de la pulsación momentos antes del orgasmo. Es a veces lento, one-two-three, tres palpitaciones que proyectan un licor helado y ardiente a través del cuerpo. Si la palpitación es suave, silenciosa, el placer es como una onda más apacible.. Si la palpitación es intensa, el ritmo y su golpe es más lento y el placer más duradero. Flechas de carne fulgurantes, una segunda ola de placer recubre la primera, una tercera toca cada terminación nerviosa, y ahora una última atraviesa el cuerpo como una corriente eléctrica. Un arco iris de color golpea suavemente los párpados y una música resuena en los oídos. Es el gong del orgasmo. Hay veces en que una mujer siente su cuerpo ligeramente encendido. Otras cuando alcanza tal clímax que parece que nunca podrá superarlo. Tantos clímax. Algunos causados por la ternura, otros por el deseo, algunos por una palabra o una imagen vista durante el día. Hay veces en que el día mismo pide un clímax, y días que no terminan en un clímax, cuando el cuerpo está dormido o soñando otros sueños..."
"Me niego a vivir en un mundo ordinario, como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo mi mundo. No me adaptaré al mundo...me adapto a mí misma"
De Diarios de Anaïs Nin.
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