El otro día me alarmó mucho un comentario que hicieron mis padres, ambos dos, refiriéndose a lo mismo: se habían sentido tentados de tirarse desde un acantilado de Menorca.
Cuando me lo soltaron así, en mitad de la paella dominical, casi me atraganto con mi propio corazón. ¿¿¿¿¿Cómo????? Pensé que alguien había puesto opiáceos en sus desayunos horas antes, porque no conozco a nadie más racional que ellos. Y la perla que acababan de soltarme era propia de un trastornado psíquico.
“Pues si hija. Estábamos ahí arriba, que está muy alto, y miré hacia abajo y me dieron muchas ganas de tirarme” – apuntó mi madre, que lo dijo con una tranquilidad tan pasmosa como turbadora.
“Uy, si si… a mi me pasó igual. Tuve que apartarme del borde porque era como si el mar me llamara, como si el vacío me atrajera… me pasa muy a menudo. ¿A ti no?” - me preguntó mi padre.
Pues no. Nunca me he sentido atraída por el vacío. Una sensación extraña sí que me produce. Me inquieta, me revuelve un poco las tripas, me pone nerviosa…. pero de ahí a sentirme tentada de saltar… va a ser que no.
Lo sorprendente es que mis padres describían esta sensación como algo bastante habitual, como si cada vez que están a gran altura, sus cuerpos y sobre todo, su mente, desearan con todas sus fuerzas darse a la gravedad y caer en picado. Y tienen que apartarse y todo, porque ahí está el mismísimo mal llamándoles seductoramente desde los avernos. Además dicen que es algo bastante común, que hay mucha gente que tiene las mismas sensaciones y que por eso hay tantos suicidas amantes de las alturas… quizá no tenían ni la intención de suicidarse, pero se acercaron al borde, oyeron las voces del vacío y catapum… a volar.
Todo esto me puso los pelos como escarpias. Me parece, cuanto menos preocupante, que esa tentación se le pueda poner a tiro a cualquiera. Es algo demasiado irracional. Pero el caso es que empecé a buscar información en internet y he descubierto que, efectivamente, así es: mucha gente siente esa llamada, esa necesidad irrefrenable de tirarse al vacío. Muchas personas experimentan lo mismo y tienen que apartarse de tan macabros impulsos. A mi esto me ha dejado flipada a más no poder. Y me quedé completamente trastornada cuando días después de esta conversación, mi madre me contó que había salido en las noticias que una mujer se había tirado desde ese mismo acantilado de Menorca, pereciendo entre las aguas del océano.
Cierto es que, hablando con mi hermano (afincado en Menorca esporádicamente), él ya me había contado que en la isla hay más suicidios de los que “enseñan”. Es decir, que no interesa que se sepa el número real de suicidas porque esto provocaría una alarma social de aúpa. Pero al parecer, a más de un menorquín/menorquina, les gusta tirarse desde los acantilados más que a un tonto un lápiz.
Yo no sé si creerme todo esto. No hay teorías que expliquen esta tendencia tan negra y lúgubre, excepto quizá factores ambientales, aunque ni tan siquiera esto explicaría al cien por cien la mayoría de los casos. Es un tema interesantísimo, eso sí, y pienso seguir indagando. Además en unos días viajo a dicha isla.
No se me ocurrirá asomarme a precipicio alguno.
Nunca se sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario