Heroínas femeninas. Supuestamente grandes mujeres al frente de una
historia que nos debe calar o enseñar algo. Modelos de imitación peligrosos.
Referencias confusas al fin y al cabo.
Cada vez que alguien habla (bien) de Las Cincuenta sombras de Grey a
mi me provoca sarpullidos. Sobre todo si quién lo hace es una mujer. Y me lleva
al colapso cuando afirma que es un hito en la literatura femenina o, en cierto
modo, una revolución en nuestro mundo.
Yo decidí leerlo no hace mucho. Creo que hay que meterse de lleno en
las cosas para poder decir algo concreto de ellas y no dar sólo ideas vagas y
difusas. Es decir, a veces leo/veo mierda para constatar que se trata de
mierda, ni más ni menos. Para unos una pérdida de tiempo. Para mí una
reafirmación de mis ideas en muchos casos.
Al lío: la historia que nos narra esta novela es la de un amor tan
surrealista como infame. Los dos personajes son muy poco creíbles, sobre todo
el señor Grey: rico, escandalosamente guapo, joven, educado, sensible,
inteligente… ¿algo más? Si: sexual, muy sexual. Entonces claro, una mojigata
como es Anastasia se pirra por sus huesos
de una manera totalmente pueril. ¿Cuál es la pega?: que al señorito le gusta
ponerle el culo morado, dominarla como a una potrilla y tenerla a su entera
disposición cuando a él le plazca. El sado está muy mal enfocado en estas
páginas, todo hay que decirlo, porque una espera meterse de lleno en ese mundo
oscuro y acaba dando risa.
Vamos a ver… Una Anastasia del mundo real dudo mucho que acabe
convirtiendo a un sadomasoquista en un príncipe azul por amor. Está el
chirriante tema de la “conversión” que a mí me pone de los nervios: ella quiere
cambiar a toda costa las actitudes de Grey y negocia algunos cachetes con
coitos amorosos hasta que él va transformándose
en un hombre decente. Por favor. Basta ya de intentar enseñar que
podemos cambiar a las personas, a los hombres concretamente. Ya está bien de
crear expectativas infructuosas en las que la mujer acabará convirtiendo al
hombre en un ser adorable, moldeado por ella y para ella. Si esto es lo que
esperamos de las relaciones, apaga y vámonos.
El caso es que esta necesidad de transformación se ve en muchos
libros/películas y este mensaje tan falso va calando y creando expectativas
frustradas. Cuantas veces hemos vivido intensamente la historia de chico malo
incapaz de amar al que una chica buena acaba conquistando y convirtiendo en un
ángel inmaculado. Esto en la vida real no ocurre, tengámoslo claro. No hay
necesidad de ir por la vida en plan mesías del amor porque todo cuanto nos
vamos a encontrar es con la realidad pura y dura: ellos son como son y no
estamos en el derecho de transformar nada. En todo caso, sí podemos elegir a
nuestros posibles amantes de una manera más inteligente y podemos intentar
discernir lo que nos conviene de lo que no, digo yo.
Bueno, el caso es que la señorita Anastasia es un modelo a seguir
deplorable. Pueril, ingenua, tonta (sus diosas interiores tan comentadas a lo
largo de la novela dan vergüenza ajena) y con poco carácter (aunque quieran
vendernos lo contrario). No tiene el
control de su vida si no todo lo contrario: gira en torno a la masculinidad
representada por el irreal Grey y se deja hacer y llevar de una manera muy
púber.
Estos referentes me dan tanta pena como vergüenza. Y me da más
vergüenza todavía que se venda como una historia de liberación para las
mujeres, que deben haber estado matándose a dedos todo lo que duraron sus
lecturas. ¿De verdad hace falta leerse este bodrio para redescubrir nuestra
sexualidad? Para mí es como masturbarse viendo Sonrisas y lágrimas: igual de
absurdo.
En fin. Iba a hablar también de
la manera en la que está escrita la novela, pero es que no requiere mención
alguna más que esta: abominable. Deberíamos exigir cierta calidad en nuestras
lecturas y ahondar en el mensaje que nos están lanzando. No podemos ensalzar a
niñatas cachondas y demás seres sin voluntad. La mujer es otra cosa. Y el
hombre también, mal que nos pese.
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