Bueno, pues hoy toca hablar de
June. Así para empezar tiene un precioso nombre que le sentaba como un guante.
June es un nombre del medievo y puede hacer referencia al mes de Junio o a
Juno: diosa de la maternidad en la
mitología romana, protectora de las mujeres, los compromisos, el Estado, reina
del Olimpo y mujer de Júpiter. Una mujeraza esta Juno. Y no menos lo fue la
portadora de su nombre, aunque intuyo que un poquito más loca.
Su biografía no es demasiado
concisa y está llena de lagunas y rumores sin confirmar. Si en algo coinciden
tod@s aquell@s que la describen, es en su particular belleza. June era una mujer pálida de cabellos negros,
pómulos prominentes y un cuello de cisne.
Desde que era pequeña quería ser
una artista y a los quince años ya estaba haciendo de taxi dancer en un salón
de Baile de Broadway llamado Orpheum Dance Palace. Y allí mismo la conoce Henry
Miller, que es un zorro de cuidado. Por aquel entonces estaba casado y tenía
una hija, pero hacía vida de soltero como si nada. Se enamora de ella nada más
verla y no se cansa de insistir hasta seducirla. Quedan una noche a cenar en un
chino y Miller queda completamente hechizado por el carácter de June, que se
exhibe seductora y culta ante los ojos del macho. Ambos caen como moscas.
La verdad es que tenía algo, la jodía.
Un año más tarde Miller se
divorcia de su cornuda mujer y se casa con June. Cuentan que tomaron un tren a
Nueva Jersey para tal acontecimiento y que este fue un viaje de lo más
accidentado: de camino, June duda de su amor por Miller y tienen una pelotera
de cuidado tras lo cual, esta laberíntica mujer, se baja del tren y lo deja
plantado. Tras la posterior reconciliación vuelven a emprender camino y cuando
llegan al destino, los dos amigos que iban a ejercer de testigos no se
presentan. Tuvieron que coger a dos extranjeros que pasaban por allí para que
hicieran tales funciones.
June, en su matrimonio con
Miller, se comportará de una manera errante e inestable, dándole al hombre más
de un disgusto. Pero él vive obsesionado con el misterio que encierra esa
apasionante mujer llena de evasivas y secretos que nunca lograría averiguar.
Esto inspira al escritor de una manera desbordante y escribe algunas de sus
mejores obras durante aquella febril época.
June, además, había instado (o más bien obligado) a su esposo a
abandonar su trabajo en Western Union para dedicarse plenamente a la
literatura. Fue su instigadora, su motor.
Pero en la vida de June, todo es
inesperado y cambiante. Acaba trabajando
como tanguista en una sala de baile de Greenwich Village, famosa por su
asistencia de público homosexual. Por lo visto, a las lesbianas se le caían las
bragas al suelo cada vez que veían salir a June a bailar. Y como June no le
hace ascos a nada, se encapricha de una chica de 21 años llamada Jean Kronski,
artista y poeta. Todo un combinado de
sensaciones que hacer que caigan en un delirio mutuo. De modo que June, ni
corta ni perezosa, se la lleva a vivir con ella y con Miller como quién lleva
una mascota a casa.
Aquí viene uno de los pasajes que
más me gustan de toda esta historia: June y Jean cogen la bonita costumbre de
salir por las noches y beben hasta perder los papeles y todo lo demás. Llegaban
a casa borrachas, ya de madrugada y cogidas del brazo. Cachondas totales y
descojonadas como dos adolescentes de Erasmus.
Miller era el espectador de todo este trajín lésbico y se siente apartado. Cree que esa niñata venida
de los antros más oscuros le está arrebatando el amor de su mujer. Miller
escribe entonces, totalmente enajenado,
sobre este periodo de su vida tan caótico. Aquellas dos mujeres
infernales arrasan con su estabilidad, que ya de por sí era escasa.
No estoy muy segura de que sean June y Jean... hay muy pocas fotos al respecto.
Yo es que me imagino esas escenas
nocturnas y me troncho toda. Veo al pobre Miller viéndolas llegar, completamente ebrias y metiéndose en la
habitación juntas, dándole con la puerta en las narices… y oye, a una le entra
cierta simpatía por ellas.
La cosa sin embargo se pone más
seria para el desequilibrado Miller, cuando un día llega a casa y encuentra una
nota de su esposa en la que le comunica que se ha ido a Europa con Jean.
Le había abandonado así, sin más. Miller ya sólo puede escribir
compulsivamente, como si ese acto pudiera salvar su atormentado espíritu. Por
esa época se empieza a obsesionar con marcharse a París, algo que cumplirá poco
después. Más o menos un año después de la marcha de su esposa, recibe de nuevo
noticias de ella: una carta en la que le cuenta que se ha separado de Jean y
que se marcha a Viena con unos amigos. Vete tú a saber.
Miller solía decir de ella : "Le
gustan las orgías… orgía de conversaciones, orgía de ruidos, orgía de sexo,
orgía de sacrificio, de odio, de lágrimas". Así que suponemos lo bien
que se lo tuvo que pasar la buena mujer en sus viajes por Europa rodeada de
amigos y amigas. Poca broma.
Miller finalmente se va a Paris, y allí comienza su amistad con Anaïs
Nin, otra mujer excepcional de quién ya he hablado anteriormente. A Miller,
claro está, lo de las mujeres sencillas no le iba lo más mínimo. Gozaba como un
cerdo en una cochiquera con las tías más oscuras y delirantes y Anaïs era todo
un primor en ese aspecto. Pero no logra a olvidar a June, cuyo recuerdo le
persigue allá a donde va.
Un día, ésta le anuncia por carta su llegada a Francia. El pobre
Miller se descompone de pensar en su regreso: la ama y la teme al mismo
tiempo. Se lo cuenta todo a Anaïs para
que le proteja de algún modo de ese reencuentro.
Entonces ocurre algo sorprendente: Anaïs queda hechizada por June nada
más verla. El poder de seducción de esta mujer debía ser algo grandioso. El
caso es que Miller tiene que volver a presenciar la morbosa atracción de su
esposa y su amante (lo cual no debería
ser ningún suplicio en principio…). No se sabe a ciencia cierta que tipo
de relación mantuvieron ambas mujeres, pero salían juntas de noche, se montaban
sus fiestas y se besaban en la boca. Se
comenta además, que se aliaron de algún modo contra Miller iniciando una
“guerra de los sexos”. Entre tanto, éste estaba venga a escribir como un
poseso.
Pero a June, una vez más, le da uno de sus puntazos y se marcha de
París dejando a su esposo y a Anaïs completamente derrumbados. Ambos quedan atrapados en sus redes, fascinados con su
belleza, su enigma y su maravilloso libertinaje. Y escriben sobre ella como si
no hubiera mañana.
Poco se sabe de los años posteriores de June. Se divorció de Miller,
regresó a Nueva York y trabajó como asistente social en Queens. Su pasado de
cabaretera alegre se esfumó en el tiempo y hasta Miller y Anaïs acabaron
perdiendo su interés por ella.
Como una buena diva, acabó sus días enferma y sumida en la pobreza. De
hecho, el único encuentro que tuvo con su ex esposo, sucedió en esta etapa tan
deprimente y Miller quedó desagradablemente sorprendido con la mujer que se
encontró: no tenía nada que ver con la mujer radiante y seductora que tanto
amó. Estaba marchita y dolorosamente envejecida. Nada había en ella que le recordara a la
persona que fue, tan brillante e hipnótica. Era sólo una vieja loca y enferma a
la que se rumorea que acabaron metiendo en un psiquiátrico.
A veces creo que estas personas de vida tan excepcional no pueden
tener un final feliz. Es como si la pincelada final a sus días estuviera teñida
de incomprensión y dolor. Pero todo lo
demás, todo lo que esta señorita fue, queda como una luz que ilumina sus
memorias. June también fue única e
irrepetible en un tiempo en el que las mujeres eran poco más que sombras y sólo
por eso, merece ser recordada.
“Si nos volvemos hacia una
realidad más grande, es una mujer quien nos tendrá que enseñar el camino. La
hegemonía del macho ha llegado a su fin. Ha perdido contacto con la tierra”.
Henry Miller.
Un artículo excelente, muy grato e informativo al leer. Saludos.
ResponderEliminar